sábado, 11 de agosto de 2012

Chavela Vargas y el mito del expatriado

El reciente fallecimiento de Chavela Vargas ha traído de nuevo a la palestra el mito del expatriado. En las redes sociales se han mezclado las muestras de afecto con el desdén, la admiración con la más absoluta—y en casos hasta clasista—descalificación. Lo mismo podría decirse de los comentarios a las informaciones aparecidas en los diarios. Lo curioso del caso es la reacción en otros países, no cualesquiera sino aquellos que constituyen los centros culturales en los que Costa Rica se mira: España y México. Aún más, se podría incluir Estados Unidos, donde la prestigiosa cadena NPR (National Public Radio) dedicó una elogiosa nota a la cantante al día siguiente a la muerte. Resulta entonces curioso ver como mientras Costa Rica se divide entre el afecto y el rechazo a nivel internacional se vive un duelo por la pérdida de quien es considerada una referencia cultural y social única. Personalmente le guardo simpatía a Chavela Vargas, pues me gusta su música, su leyenda y su persona pública. Creo que se ha ido sin revelar mucho de su vida, pues aunque fue una bocona se cuidó a la vez de ser discreta y sobre todo leal a sus amigos. Sus memorias Y si quieres saber de mi pasado (2002) dejaban muchas interrogantes a modo de revelaciones a medio anunciar. He lamentado esa actitud, sobre todo porque Chavela conoció desde adentro el medio artístico e intelectual mexicano de mediados del siglo XX y, más importante todavía, el mundo lésbico con sus redes de solidaridad que—me atrevo a sugerir—le ayudaron a abrirse camino a inicios de su carrera. Sin embargo esa valiosa información se la ha llevado Chavela a la tumba, quizás una de las últimas testigos de todo un entramado social que no se conoce aún lo suficiente. El acentuado sentimiento anti-costarricense parece habernos dejado solamente una herencia amarga. El país se ha quedado sin argumento para reclamarla suya. La misma nota de la radio pública americana señala que las últimas palabras de la cantante fueron "Me voy con México en mi corazón". Tendremos que confiar en la fuente de NPR, aunque la frase sea ideal para exacerbar nacionalismos en Costa Rica y México. ¿Estaría Chavela realmente meditando en México en su lecho de muerte? ¿Estamos ante el desprecio final de alguien que nunca quiso su lugar de origen? La afiliación nacional de Vargas es ciertamente ambigua, una mezcla de vivencias—la pobreza, la violencia intrafamiliar, la lesbofobia, pero también la consumación de un arte, la fama, el convertirse en referente cultural—con una actitud personal—la luchadora, la rebelde, la iconoclasta—y un fuerte sentido de supervivencia. Amar incondicionalmente a México pudo ser también una estrategia para llegar hasta donde llegó, un precio a pagar por representar un elemento esencial del ser mexicano. Diría que no se puede ser un clásico de la canción ranchera sin ser a la vez profundamente mexicano, y para alcanzar ese estatus no es posible proclamar alianzas a otro país. Ahora bien, ¿ser incondicional con México debía pasar por el odio a Costa Rica? Me lo pregunto porque a pesar de sus sentimientos Chavela seguía guardando algunos lazos afectivos con nuestro país. Por otra parte hay costarricenses que la conocimos en distintas circunstancias y Vargas, hasta donde sé, siempre se portó amable y generosa. Pero además, ¿acaso no es el rencor a un país una mera abstracción?, ¿un simple hablar paja o querer decir otra cosa? La mala leche de Chavela pudo estar enfocada a las autoridades que le negaron los espacios que ella quería para sus presentaciones, o a las élites que aún ahora pretenden sostener una estructura de alta y baja cultura. Odiar a un país entero, sin embargo, tiene mucho de pose y permite, por ejemplo, reafirmar por contrate lealtades nacionales: llevar a México en el corazón al momento del exhalar el último suspiro. Muchos migrantes han sufrido experiencias similares a las de Chavela o incluso peores, pues se han ido del lugar que no los quiere sin haber logrado plenamente sus sueños—por modestos que sean—en el país de acogida, ni han escapado a la desigualdad o la violencia. Sin embargo, tanto a nivel personal como social, no solamente han mantenido conexiones con sus pueblos de origen sino que han construido un imaginario donde tanto lo mejor como lo peor de sus vivencias y percepciones conviven en un equilibrio inestable. Expatriados como Chavela y otras fascinantes figuras costarricenses han cultivado de un modo u otro su propio mito. Y aunque sea bajo la sombra del odio, no se puede negar que Costa Rica siempre estuvo presente en sus vidas.