sábado, 28 de junio de 2008

Vestidas de fuego



  
   Este viernes 27 asistí a un evento del del Latino LGBT History Project, una organización que
 procura preservar el legado cultural, social y político de la comunidad queer  en  Washington D.C.  Mi papel era el de fotógrafo, quizás oficial, y por primera vez me correspondió fotografiar un show drag.

 


Las primeras vestidas  –como se les llama a las travestis en México– las conocí cuando era adolescente, en alguna escapada a un lugar llamado El Palenque.  Era un bar, billar y soda para

 noctámbulos ubicado al costado noreste de las ruinas de la parroquia de Cartago.  Al otro lado de la calle, en el parquecito, había estatua del tenor Melico Salazar. Las malas lenguas decían que Melico tenía las manos juntas no porque estuviera en una pose de ópera sino porque estaba solicitando un trago a los bartenders de El Palenque.

 

Pues fue allí donde muchas veces vi entrar y salir travestidos.  No recuerdo que les haya hablado.  Por supuesto, de esas cosas tampoco se hablaba.  Años más tarde conocí hombres de quienes se decía eran travestis, una generación devota de Sarita Montiel que montaba sus shows en fincas o en fiestas privadas.  


Frida en Philly




Un sábado de mayo Amy McNichols,  Mahlia Joyce (en la foto) y yo manejamos a Philadelphia para ver la exposición itinerante de Frida Kahlo.  En 2007 había tenido la suerte de ver una gran retrospectiva de Kahlo en el Palacio de Bellas Artes  de Ciudad de México,  por lo que esta nueva visita a los territorios de la artista mexicana me deparaba más bien los gozos de un rencuentro.  Claro, lo visto en México versus el Museo de Arte de Philadelphia tenía sus diferencias, no tanto en cuanto a las pinturas de la artista, sino en el material adicional. Por ejemplo, en Bellas Artes se había montado en una sala aledaña una muestra de periódicos de la época, con noticias incluso de las fechas cuando Frida murió.  En Philly todo parecía un poco más íntimo –si acaso puede hablarse de un espacio estrictamente privado en el caso de Frida y Diego Rivera.  Sin embargo, imponía su presencia una colección de fotografías proveniente de un enorme acervo que alguien había recibido directamente de Kahlo.  Sólo las fotos merecían una visita, y de hecho Mahlia hizo varias 

“peregrinaciones”  hasta que la exposición cerró el 18 de mayo.


 Me encantó volver a apreciar  “El suicidio de Dorothy Hale”,  ese exvoto cuya

 tragedia y humor desbordan el lienzo hasta tomar el marco.  “El suicidio” sería

la representación perfecta de un cuento: La progresión hacia un final inesperado

(no la muerte de Hale en sí sino su actitud ante la muerte),  las múltiples capas

narrativas,  ese desbordamiento hacia todas partes que  a la vez queda contenido

en el espacio mismo del cuadro, el poder de la sugerencia,  sus enlaces con una

tradición sobre todo de cultura popular.


Como ocurre casi siempre en los Estados Unidos, al final de la exposición había

una tienda repleta de chucherías y de clientes ansiosos por llevarse su recuerdito,

desde tazas hasta corbatas con la imagen de Frida sufriente,  desde muñequitas

de papel hasta figuras articuladas.  Frida como pasión y como acto de consumo.


Nosotros, creo, no compramos nada.

miércoles, 25 de junio de 2008

Adiós, niños


Así como hay gente que no soporta las películas de terror, en mi caso son los filmes sobre niños que sufren.  No evito ver este tipo de películas, pero siento una terrible ansiedad que perdura incluso después de cierto tiempo.  Quizás por esa razón evité por años ver “Au revoir les enfants” (Louis Malle, Francia, 1987),  cuyo título en español es “Adiós a los niños”,  aunque creo que sería mejor “Adiós, niños”.   La película se desarrolla en un internado para varones durante la Segunda Guerra Mundial.  Una escuela Carmelita en una ciudad pequeña, lejos de la realidad del conflicto a no ser por la presencia—casi fantasmal al principio, muy concreta al final—de  soldados nazis y sus colaboradores franceses.  Sobre estos niños y muchachos de clases acomodadas pende constantemente un riesgo. No se ve, pero se intuye en las soledades de los edificios, en las relaciones afectivas –a la vez distantes, muy constreñidas–, en los cielos oscuros,  usualmente cubiertos y en la luz azulada que da a los chicos una palidez casi permanente. Al internado llega un chico muy callado, quien al final de cuentas resulta ser judío, como otros muchachos de quienes no se sabe su origen.  Una serie de traiciones iniciadas por venganza  provoca que los nazis tomen el lugar, y que los muchachos judíos sean apresados junto con el padre rector.  La película examina la frágil relación entre la lealtad y la traición, y cómo esta última se expresa también de modos sutiles. Más terrible aún es su propuesta de que no hay límite moral que pueda reprimir la traición por largo plazo.  Sea por una razón u otra, habrá siempre alguien que nos entregue a la fatalidad.

            La película sobrecoge por su pesimismo, por esa imposibilidad de los personajes de entregarse al ciento por ciento.  Hay fuerzas, llámese la fe, el oportunismo, el resentimiento, la noción de patria, que nos pueden llevar a entregar a los inocentes a sus verdugos. ¿Cambiaremos algún día? 

lunes, 23 de junio de 2008

Louisville, Kentucky



Bueno, pues hace casi tres semanas fui por primera vez a Louisville, Kentucky.  No es que tenga afición por las carreras de caballos, ni crea importante visitar la cuna del Kentucky Fried Chicken,  ni que entre las metas de mi vida haya estado peregrinar a una famosa fábrica de bates de béisbol.  Fui, como cientos otros, a calificar exámenes AP.  Estos exámenes los toman los estudiantes de secundaria para ganar créditos universitarios o al menos para quedar exentos de tomar algunos cursos en español, en este caso.  Por varios días me tocó escuchar cintas,  la primera parte con un diálogo, la segunda con una presentación basada en un texto escrito y otro oral. 


Escuchando las grabaciones te das cuenta de al menos dos cosas:  Cómo no basta ser nativo hablante de español para aprobar estos exámenes, y cuán rápido cambian las referencias culturales de las poblaciones.  En efecto, uno de los textos a examinar era sobre Carlos Santana.  Muchos de los chicos no tenían ni idea de quién era el músico y estoy seguro que su trayectoria les pareció un dato remoto, literalmente de otro siglo. Su gran éxito “Supernatural”, de 1999,  resultó para muchos un dato hueco, cosa que no se les puede reprochar a los muchachos:  Cuando Santana emergió de entre el olvido en el 99 la mayoría de quienes tomaron su AP test esta pasada primavera tenían 8 años. 


En la foto que ilustra esta entrada aparecen dos queridos e indispensables amigos: Morbila Fernández y Jesús Barquet.

Nuevo libro

Mi nuevo libro, Viajero que huye, estaba supuesto a salir este sábado pasado, a tiempo para la Feria del Libro de Costa Rica.  Consta de siete historias sobre los temas del viaje, la lejanía, la búsqueda del placer, la redención.  El cuento "Retrato hablado" se publicó por primera vez en una versión en inglés traducida por Nadia Reiman.  Apareció en el número de otoño del 2007 de la revista  Iowa Review.

sábado, 14 de junio de 2008

Café con Carmen Naranjo




Quiero empezar este blog con una imagen que me gusta: La mesa de la casa de la escritora Carmen Naranjo en Tambor de Alajuela. El ambiente es sencillo y acogedor, y aunque Carmen no se halla en la imgen algo sugiere que está a punto de aparecer.  Podría ser el café servido o la silla puesta un poco hacia atrás, como preparándose para recibirla.


Esta la foto la tomé a finales de 2007 o principios del 2008,  cuando fui a visitar a mi maestra y mentora a su refugio. Para mí, volver a casa significa ver a Carmen, aprender de ella y tener de nuevo la oportunidad de expresarle mi cariño.